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Mostrando entradas de noviembre, 2016

Vita

A Rubén le gustaba adquirir muebles antiguos o en mal estado y restaurarlos en sus momentos de ocio. Hacía unos días había comprado, por muy poco dinero, un sillón bastante antiguo, propiedad de una vecina de años. El sábado que decidió empezar a restaurarlo, encontró escondido en el respaldo del mueble, un libro con tapas de cuero color rojo. Apenas lo pudo ojear durante ese día, pero le llamó la atención, no solo la singular característica de estar oculto, sino la posibilidad de que estuviera allí desde tiempos inmemoriales, dado que el mueble había estado arrumbado en un desván por varias décadas, sin ser movido ni usado por nadie. El domingo por la noche, ya bastante avanzada la restauración, se dio un respiro en la labor carpintera y calentó la comida mientras se duchaba. Puso mesa para uno, como cada día en los últimos dos años, desde que había muerto su esposa. Decidió entonces que era un buen momento para leer el misterioso libro. Se dio cuenta inmediatamente de que era un

Sábado renovador

Sábado de lluvia, rayos y truenos. Por momentos, pareció que explotaba el día; seguro explotaron varios corazones hoy.  Agua que cayó intensa y mojó por completo nuestros cuerpos cansados. Me gusta creer que la lluvia es salvadora y sanadora. Nos permite llorar lágrimas de nuestra propia impotencia y le pedimos prestadas sus gotas porque solo llorar no siempre alcanza. Aprovechamos los truenos y rugimos un odio intenso y escondido. Nos austamos un poco con cada rayo porque nos sentimos bien chiquitos ante semejante magnitud luminosa y energética.  Esperábamos algunos esta lluvia purificadora del aire denso de toda la semana, este aliento húmedo y refrescante.  Agua que regala el cielo, a veces como magia y a veces como castigo, para lavar pecados, dolores, desazones y recomenzar, reverdecer, seguir más fuertes para el tiempo que tengamos que seguir.  Y se renuevan las ganas, así, con mucha potencia, como el sol de hoy que salió tarde, pero nos regaló, igual, un naranja

Amada diabólica

Su tez pálida, casi transparente, fue lo último que acarició. Los ojos grises profundos y amorosos se habían tornado salvajes por primera vez. El rostro ovalado y armonioso de su amada, contemplado en cada amanecer por los últimos diez años, fue lo último que vio. Luego de la primera puñalada en su corazón, la miró sin entender y ella le devolvió su sonrisa de dientes perfectos y blancos como su piel. Llena de gozo por el sufrimiento que le infligía, el rictus fue una carcajada a medida que entraba y salía el cuchillo de su pecho. Intentando frenar tanto odio, tomó sus cabellos y enredó sus dedos en los bucles rojos que habían sido su anclaje a este mundo. El pelo ensortijado comenzó a teñirse de su propia sangre que salpicaba todo el ambiente. El rostro amado empezó a hacérsele difuso. En su irreversible agonía, vio cómo la habitación se confundía en un único rojo, mezcla de materia sanguinolenta, furia, cabellos, venganza, bucles cobrizos y un profundo odio hasta ahora

Martes

Martes. Martes de arte y no atarte, que es como liberarte. Martes de proyección marciana, lejana, no humana, bien sana. Martes de amarte sin prisa, sin pausa, para no alejarte y sentirte todos los días, incluso los martes.

Esos lunes

De esos lunes en que la vida pesa y se nota en una y hasta lo nota el resto.    De esos días en que las horas no alcanzan y pasan los minutos devorando el tiempo.   De esas veces en que tener una sola cabeza no es suficiente, ni ayudan las alarmas y tampoco las agendas.   De esos momentos en que la culpa aprovecha y se mete en todos los espacios posibles para hacer estragos las pocas certezas que tanto cuesta mantener.   De esos lunes, pobres lunes que siempre se llevan lo peor de mí.

Falta de mérito

La gente que la rodeaba, la mayoría, insistía en desmerecer lo que ella era en verdad. Tanto así, que cansada de explicarlo una y otra vez, decidió demostrarlo en la práctica y con creces. Pero ni siquiera cuando se cargó a veinte personas creyeron por completo en su capacidad de matar sin motivo, con crueldad y a sangre fría. Sin testigo alguno que atestiguara en su contra y por falta de todo mérito, fue declarada inocente .

Errores fatales

Ese 29 de abril, un lunes terriblemente lunes, en su oficina gris de tanta rutina, Elina Godoy erró infinidad de veces la fecha. Su mano terciaba en escribir 29 de agosto en cada papel que fechaba. Faltaban aún cuatro meses. Dio vueltas por su cabeza una y otra vez: nada la ligaba a ese día futuro a mediano plazo.  El 29 de agosto, exactamente cuatro meses después, alguien en la funeraria tiraba a la basura el décimo certificado de defunción de la occisa Elina Godoy, porque en cada uno de ellos equivocaba la fecha y escribía 29 de abril.

Luna única

Luna brillante / súper luna / luna lunera/ luna de Almagro / mi luna. Luna soy / lunática maniática / aburguesada luna / luna llena / rellena de lo que quieras. Lunes de luna / luna de lunes / alunados todos / mirando esta luna / que, al fin, aúna y reúne. 

Atragantada

Sumisa como pocas, Clara jamás habló, jamás dio a conocer su opinión sobre algo. Nunca dijo lo que realmente sentía. Jorge, su marido, su único novio desde los quince años, decía, hacía y hasta pensaba por ella. Clara ni siquiera tuvo la oportunidad de alguna vez decirle que lo amaba, mucho menos fue capaz de expresar en palabras su profundo odio, cuando lo sintió. Y el día que decidió hablar, mostrarse entera, no ocultar más la rabia que tenía en su alma, tomó aire, abrió grande la boca para gritar cuarenta años de silencio y solo pudo decir “tengo el corazón en la boca”. Los médicos declararon, en una primera instancia, muerte por asfixia provocada por objeto extraño. Todavía están intentando explicarse cómo llegó hasta allí aquel órgano .

Viento

Ruges rigurosamente en el silencio de la noche. Viento tirano, que les recuerdas a los pobres que son pobres, en cada chapa que se vuela entre tus garras. Viento cómplice de los ricos, porque los obligas a cerrar fuerte las ventanas para que sigan sin ver. Llevas y traes quejas, lágrimas, risas y deseos incumplidos. Vendaval ladrón de sueños que danzan de aquí para allá en cada soplido. Ventarrón arrabalero, te llevas la esperanza pa'otros pagos y la devuleves en forma de olvido. Viento que no te aquerencias con nadie, vuelas bajo y rápido, arrasando la tierra y dejándola desnuda de amor. Te acusaba Goyeneche de traer un extraño lamento, tal vez es el grito ahogado de miles de mujeres golpeadas y asesinadas cada vez. Viento cruel. Cínico viento.

Domingo

Domingo de gracia, de descanso bíblico, Domingo Perón y Santo Domingo. El día más disfrutado y no laboral. Domingo de Pascua, de paso o antesala del lunes, lleno de atardeceres suicidas que no se acostumbran a dejarlo ir. Domingo bien descansado, tardaste tanto en venir, tardas tan poco en morir

Ichua Kan y sus cosas

Pienso en la pasión. La pasión por el lenguaje y la invalorable e involuntaria ayuda e inspiración de Ichua Kan y este, que siempre fue su pensamiento más certero.     Hablar con Ichua era ameno, entretenido y a veces daba buenos consejos. Pero leer lo que escribía, era intolerable. Ni con un Toblerone y un café bien negro de por medio era ameno el lenguaje de Ichua Kan; ya casi lo había intentado todo, sin cambio alguno. Ichua Kan se entendía siempre por el sentido opuesto. Era raro pero resultaba con todo, menos con su escritura, que me era imposible de tolerar.     Disfrutábamos hojear, ojear y oler los libros viejos y soñábamos con escribir los nuevos. Ser escritores reconocidos había sido nuestro sueño de juventud.     Tal vez el secreto de nuestra amistad era que ambos amábamos lo mismo: el lenguaje de las palabras, mejor escritas que habladas. Así de simples y así de complejos éramos con Ichua Kan.     Pero odiaba lo que escribía y no encontraba la manera de decírsel

Quijote en bondi

Subió al bondi casi repleto. Morocho él; negro, pensaron algunos. Los mismos que instintivamente abrazaron sus bolsos, por si acaso. Subió con su mochilita, con su camperita de Boca campeón, y gorrito de lana. Sacó boleto y como pudo pasó hacia atrás del colectivo... del colectivo de gente que lo miraba asustada y temerosa. Era negrito y de gorrita, pensaron todos. Se acomodó en un rinconcito, abrió la mochila. A más de uno se le paralizó el corazón, seguro. Y sí, sacó un arma letal... un ejemplar de El Quijote, gordito, llenito de hojas y marquitas de papel, decenas de marcas de lector avezado.  Era negrito y sin embargo, leía y eso más que miedo causaba pavor.

Mi yo escribidor

Escribo porque me libera, porque me sana, porque se me canta... y me gustaría cantar pero no canto,  escribo. Como los que pintan y en cada pincelada va algo de ellos, así se va algo de mí cuando escribo. No soy yo, es algo de mí transformado en palabra. A veces enojo, a veces alegría, a veces pido prestadas algunas sensaciones ajenas.Y van, vuelan esos sentimientos para el que quiera leerlos, entenderlos, compartirlos, sentirlos y hacerlos propios. Escribo porque soy yo, porque está en mi ser, porque no hacerlo duele y me hace sentir prisionera. Escribo libre, porque al escribir lo soy. Porque no me ata ningún prejuicio ni opinión. Casi como respiro, escribo; porque cada palabra que se junta con otra y hace sentido, es el aire mismo que inhalo para vivir.